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Paz y Ciencia

domingo, 7 de noviembre de 2010

Un lunes en la consulta

La psicoterapia humanista y existencialista quizá ha sido comida vorazmente por el psicoanálisis y la psicoterapia cognitivo-conductual por no tener un método científico. En realidad el psicoanálisis se basa en la interpretación, que es la construcción de un espacio intersubjetivo donde el analista interpreta las fantasías del analizando y construye a partir de lo dado. En psicoterapia psicoanalítica hay otros márgenes, en el siglo XXI hay que pensar en otros modelos de intervención, quizá más integradores, reuniendo aportaciones específicas para problemas determinados. El problema de lo borderline es un ejemplo. La formación psicoanalítica aporta un conocimiento que luego se enriquece en la clínica mucho más amplio que otras formaciones, el análisis personal, la supervisión, todo ello enriquece al psicoterapeuta que además tiene que cubrir un extenso número de horas de seminarios para ser acreditado. La formación en psicoterapia psicoanalítica es muy interesante y en Zaragoza existe una Asociación llamada AAPIPNA, con la que he realizado algún curso, que desarrolla esta labor con candidatos que quieren aprender de la clínica del niño y del adolescente. Existen otras muchas propuestas, por ejemplo escuelas gestalt y un master de psicoterapia cognitivo-conductual pero eso se me queda ya un poco atrás.
Lo que quiero transmitir es que la formación en psicoterapia analítica hace que la lectura y visión del paciente, así como el trato y la comprensión tenga un nivel profundo, riguroso y profesional. El otro día me contaban que una psicóloga había presentado un chico a una paciente. Esto no es ético, simplemente.
La eticidad del psicoanálisis es estricta, existen unos márgenes que el analista no puede trasvasar y otros que no debe trasvasar el paciente, sin embargo creo que hay un espacio para el ser auténticos y genuinos, el ser espontáneos y creativos y dejar hacer "chifladuras" de vez en cuando con el afán de poder jugar en el espacio analítico, esta es una de las contribuciones de Winnicott en su libro "Realidad y Juego".
Trabajar en psicoterapia es un proceso beneficioso, arduo, laborioso y que proporciona mucho bienestar, con el tiempo los síntomas se van diluyendo y el autoconocimiento va progresando siguiendo el legado del ágora griega: "Conócete a ti mismo", tan desusado en la cultura actual. Ahora prevalecen las recetas, los libros recetarios y los contactos breves, la psicoterapia supone un conocimiento profundo de la otra persona con una conexión relevante y trascendente que transforma al individuo, reestructura su personalidad y reorganiza su "modus vivendi" en aras de encontrar un camino que le proporcione un proyecto vital sugerente. Creo que hay que aunar propuestas psicoterapéuticas para enriquecer la clínica y la terapéutica y no ceñirse a un autor o a una escuela, esto supone una apertura a la experiencia y conocer y pasar por distintos seminarios vivenciales o no. El terapeuta debe estar en formación continuada para conocer las nuevas propuestas y así salir de la molicie que supone estar instalado en una clínica repetitiva que suena mortífera al decir de Klein. Bien, creo que para un domingo es suficiente aunque tengo ganas de que llegue el lunes para poder trabajar en la clinica y poder realizarme como persona, siguiendo a Maslow en este caso, es una experiencia cumbre la que se da en determinados instantes de la psicoterapia, cuando las cosas se hacen bien y existe una confianza mutua y una reciprocidad, eso hace que el terapeuta vaya a trabajar con el corazón abierto a la experiencia y transmitiendo un profundo halo de esperanza.


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